"Chilean electric" de lo individual a lo colectivo. Maleni Cervantes

 

La novela Chilean electric de Nona Fernández es la construcción de un texto literario a partir de la diversificación de hechos recordados. Se construye con base a una memoria que parece ser individual, pero que termina por ser parte de una colectividad: la sociedad chilena. En este trabajo intentamos ver cómo funciona la memoria para comprobar ese paso de lo individual a lo colectivo. Retomaremos algunos aspectos de la memoria de acuerdo con Astrid Erll y Beatriz Sarlo. Prestando principal atención en el uso del lenguaje y las voces narrativas, teniendo en cuenta que “las obras literarias permiten que se manifieste la variedad discursiva de una cultura del recuerdo” (Erll, 2012: 204).

Narradores, lenguaje y memoria

Al hablar de narradores nos enfrentamos directamente con el problema de quién cuenta la historia. En la novela de Nona Fernández descubrimos una narradora en primera persona, lo que implica un acercamiento directo con los hechos, se narrará con la experiencia (propia o transmitida). Por lo que se percibe cierto grado de subjetividad por la carga emocional que se transmitirá por medio de lo que sería el detalle individual que “fortalece el tono de verdad íntima del relato” (Sarlo, 2005: 73). Por medio de la empatía con los lectores se habrá de suponer que los hechos que se relatan al venir de una experiencia propia tienen que ser verídicos como parte de la identidad de una persona: su pasado. Éste está construido de imágenes, percepciones, sentimientos y apropiaciones de una persona ante lo vivido, por lo que se seleccionará cierta información que le parezca pertinente al hablante. Dicho de otra manera: “de la multiplicidad de impresiones, datos o hechos que se reciban o conozcan, se eligen (…) pocos elementos por recordar; así se diferencia lo significativo (para el presente) de lo no significativo” (Erll, 2012: 200).

Por otra aparte, dicha narradora nos presenta la historia con su propia voz basándose en los recuerdos de su abuela por lo cual podríamos pensar que tenemos un caso de posmemoria que definiríamos como un “discurso en segundo grado, con fuentes secundarias que no provienen de la experiencia de quien ejerce esa memoria” (Sarlo, 2005: 128). Lo que implicaría una mayor posibilidad de desface en cuanto a la veracidad de la información. La narradora habrá de contarnos su interpretación en cuanto a los recuerdos de su abuela, seleccionará la información que desea dar a conocer de acuerdo con lo que ella entendía de las historias que escuchaba. Es decir: “retoma modelos existentes, les da una nueva forma y los introduce de nuevo en la cultura del recuerdo” (Erll, 2012: 201).

Un primer ejemplo sería el suceso de la ceremonia de la llegada de la luz a Chile con la contraposición de discursos, lo que dice la abuela y lo que agrega la narradora en cuanto a ese relato: “dijo que el trabajo demoró años. No especificó cuántos, pero imagino que fueron los suficientes como para que uno de esos eléctricos alemanes conociera a una mujer y tuviera cuatro hijos chilenos con ella” (Fernández, 2015: 17). Hay una división de visiones por la elección del lenguaje que hace la narradora donde la palabra “dijo” nos ayuda a identificar de manera clara que se trata de la perspectiva de la abuela, en contraste de “no especificó” y “pero imagino” que hablan de la voz directa de nuestra narradora que nos ayuda a entender cómo ella comprendía dicho suceso. Además, al tratarse de recuerdos familiares podemos pensar que existe una memoria desde una perspectiva íntima o familiar que se transmitirá de generación en generación como una historia que les brindaba una identidad a los personajes involucrados puesto que “el pasado constituye el fondo de nuestra identidad sin la cual nos sentimos amenazados y paralizados” (Blair, 2002: 16).

Sin embargo, dicha memoria deja relucir datos que nos posicionan en un alejamiento desde la historia del otro, como en el siguiente fragmento: “la niña rubia era muy niña y me dijo que miraba todo sin soltar la mano de su madre porque no terminaba de entender lo que pasaba” (Fernández, 2015: 19). Fragmento en el que la voz de la abuela ya no narraba el relato desde un yo, sino desde la observación de un “ella” que sería la niña rubia. Aspecto que podemos visualizar por la elección del lenguaje que describe a una persona ajena de un yo. Mas, ¿qué significa ese desplace de lo personal a la otredad en el recuerdo que tiene la abuela? Pregunta que surge a partir de los quiebres narrativos que nos recuerda la frase de Blair (2002) donde menciona que “el individuo jamás está solo cuando recuerda. La memoria es un proceso social” (26). Lo que nos ayudaría a concluir que la abuela retoma un recuerdo conforme al contexto en el que se desenvolvió y cómo este se combina con la realidad de un presente en compañía de personas en específico que la hacen crear una memoria concreta en cuanto a función comunicativa.

Por otro lado, notamos otro suceso que también llama nuestra atención. La narradora hila el relato retomando los recuerdos que ella misma va evocando, donde “lo elegido se elabora de cierta manera para convertirlo en objeto del recuerdo” (Astrid, 2012: 198). Hecho que sucede con la ausencia del ombligo de su abuela y el caso del joven que perdió su ojo en la plaza de armas donde “[su] abuela vio la luz por primera vez” (Fernández, 2015: 25). Aquí tenemos un punto fundamental por abordar, al relacionar ese hecho ajeno de la memoria de su abuela con un relato de la experiencia propia en cuanto al testimonio de un hecho ocurrido, veremos que hay una conexión entre lo individual y lo colectivo. Donde el uso del lenguaje en la frase citada nos ayuda a unir ambos recuerdos por una analogía que en este caso se encuentra en el espacio donde se desarrollan ambos sucesos. Lo que quiere decir que, el lenguaje vincula los recuerdos de la narradora, uno de la memoria y otro de la posmemoria.

Mas estos no son los únicos puntos de intersección que existen entre lo individual y lo colectivo. Sino también en aquellas partes donde se contraponen los recuerdos de la abuela con los datos recolectados por la narradora que se dedica a investigar si los relatos son reales o no: “según leo en un artículo, las jornadas laborales comenzaron a alargarse para que los trabajadores siguieran de largo y la ciudad, el comercio y las industrias estuvieran funcionando la mayor cantidad de horas posible” (Fernández, 2015: 27). Frase en la que observamos que ya no importa lo que haya vivido la abuela y su familia, sino que la llegada de la luz revolucionó la economía chilena trayendo consigo más trabajo para cada día.

O también tenemos el caso de la duda acerca de la veracidad del relato de la abuela “sólo hay un pequeño detalle que ensombrece el relato de mi abuela, un hoyo negro (…). La ceremonia de la luz fue en 1833 (…) veinticinco años antes de que ella (…) naciera” (Fernández, 2015: 30). Cita que nos hace cuestionarnos si se trata de una memoria inventada. Siendo este el caso, igualmente, podríamos vincular que la abuela retomó una memoria social para formar la identidad de su familia. Toma un suceso histórico-colectivo para comprender una realidad que parecía ajena a ella, pero que al mismo tiempo afectó su vida de alguna manera. Esto lo relacionamos con lo que Astrid (2012) mencionaba: “cuando el acontecer histórico o la experiencia prenarrativa de una historia se convierte en narración, se hace posible su interpretación” (200). Una interpretación análoga con la forma de adueñarse de una realidad ya no física, una manera oral por medio de la cual se hace real algo que ya no está presente. La búsqueda de la verdad por parte de la narradora está relacionada con la reconstrucción del pasado de la cual nos habla Sarlo, en la que se “implica que el sujeto que narra (…) se aproxima a una verdad que, hasta el momento mismo de la narración, no conocía totalmente o sólo conocía fragmentos escamoteados” (2005: 76). La narradora, al igual que los lectores, está en la indagación del por qué recordar y plasmar de manera escrita esos recuerdos, hasta que al final de la novela resuelve esta incógnita “y a la cuenta de tres, cuando encienda la luz de la plaza y comience toda esta istoria nuevamente, por lo menos aquí, en el territorio de está página, ni ella ni nadie desaparecerán nunca más” (Fernández, 2015: 100). Perspectiva que nos daría otro punto de conexión entre lo individual y lo colectivo, la narradora no cuenta una historia para ella misma, sino que la vincula con la realidad social de Chile y los desaparecidos, así como con los sucesos históricos que no quiere que se olviden por lo relevantes que fueron. No obstante, la narradora marca que ella no es la encargada de hacer un discurso confiable y directo en cuanto a la historia, por lo que también marca una distancia con la historiografía mencionando que “probablemente lo que digo son puras arbitrariedades ingenuas e infundadas porque como no soy historiadora, ni política (…), no me corresponde aventurarme” (Fernández, 2015: 86).

Por aparte, en estas últimas frases percibimos los problemas de la memoria como herramienta de persuasión que también presenta sus fallas por la subjetividad de los hablantes. Estos testimonios y perspectivas nos acercan a hechos alejados entre sí, pero conectados de alguna manera por el espacio y las anacronías, efecto que se puede lograr gracias a que “un sujeto se permite o puede recordar, lo que olvida, lo que calla intencionalmente, lo que modifica, lo que inventa (…)” (Sarlo, 2005: 81). Situación que nos ayuda a comprender los otros sucesos narrados que parten de lo ajeno para convertirlo en algo propio como producto de esta invención modificada de la memoria: la ceremonia de la luz a cargo de la gestión del empresario chileno, la historia de Don Manuel Segundo y su familia, los políticos de Chile, la aventura con los caballitos de la plaza, la experiencia con la máquina de escribir y los útiles escolares provenientes del trabajo de la abuela, entre otros.

Conclusiones

Después de analizar lo expuesto, descubriremos que esta novela organiza la memoria a partir de una experiencia propia o cercana de un ámbito familiar o privado para relacionarlo con uno que influye en toda la cultura chilena por medio del lenguaje y las voces narrativas.

Tenemos un ejemplo de una obra que convierte su narración en un relato iterativo donde convergen distintos discursos que producen testimonios o perspectivas diferentes en cuanto a un mismo hecho. Lo que nos acercaría a la perspectiva de Sarlo donde “la proliferación multiplica los hilos de un relato testimonial sin encontrar la razón argumentativa o estética que sostenga su trama” (2005:73).

Es una obra que juega con diferentes estilos discursivos y que, podríamos decir que innova en su forma, ¿pero acaso esta innovación no se relaciona con la manera en que funciona realmente la memoria? La memoria y los recuerdos pueden darse de manera consciente e inconsciente donde se entretejen historias que parecieran “no tener ni pies ni cabeza”, un juego entre la locura de lo que fue y lo que pudo ser, donde se tiene una innovación que como diría Erll, se da como “respuesta a situaciones nuevas que surgen en la cultura del recuerdo” (2012: 202). Mas, en esta novela se trata de una cultura del recuerdo sumamente social y colectiva ejemplificada desde una postura individual.

Referencias

Blair, E. (2002). Memoria y narrativa: la puesta del dolor en la escena pública. Estudios políticos, 21, pp. 9-28. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5263815

Erll, A. (2012). Memoria colectiva y culturas del recuerdo. Estudio introductorio. Colombia: Ediciones Uniandes.

Fernández, N. (2015). Chilean electric. Chile: Alquimia ediciones.

Sarlo, B. (2005). Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Argentina: Siglo veintiuno editores.