MEIZU (Dimitri Ives)

 



Es una novela de ciencia ficción escrita al estilo de fanfic. Recoge los personajes de Yagate Kimi Ni Naru y Citrus. No obstante refleja el estilo propio de un autor con ideas nuevas. A continuación, adjuntamos el primer capítulo de la historia y al final de este el link donde podrán descargarla.



Reporte de la investigación 2604:

La situación es algo compleja. Hace tres mil años la civilización humana tenía distintas capacidades como lo son el derecho a razonar y construir una identidad propia.

Estos aspectos me llevan a relacionar esta individualidad con un tipo de inteligencia lógico-racional que junto con otros factores provocaban que todos tuvieran una personalidad única y un estilo de vida distinto al de los demás. Sin embargo, al estar estudiando la vida de las personas en el siglo XXI, me di cuenta de lo que pudiera ser el comienzo de los problemas que tenemos actualmente.

Hubo un auge tecnológico que llevó a los humanos a revolucionar su estilo de vida física para conducirlo a un esquema de vida virtual. Todo esto a través de pequeños aparatos mejor conocidos como teléfonos celulares.

Dichos artefactos eran utilizados para que las personas pudieran comunicarse con otras que estaban a kilómetros de distancia. Además de que, también, podían encontrar toda la información que desearán en la red que, en algunos casos concretos servía para que con un solo botón tuvieran todo al alcance de sus manos de tal manera que pudieran satisfacer sus necesidades básicas como comer.

Hasta ese punto todo iba perfecto, lo que no se tuvo previsto es que este avance conduciría a un retroceso en cuanto a la inteligencia individual. Las personas comenzaron a seguir estilos de vida llamados “tendencias” o “modas” que poco a poco fueron acabando con la personalidad. Todos querían lo mismo al mismo tiempo.

Por aparte, al tener todo tan fácil, los seres humanos dejaron de lado el hecho de pensar y realizar las cosas por sí mismos, lo que actualmente se puede ver relacionado con la pereza mental y la estupidez que todos poseemos hasta cierto grado.

A su vez, esta estupidez les impedía pensar más allá de sus intereses propios. Lo que condujo a la conocida crisis ambiental más desastrosa que ha tenido el planeta tierra en toda su existencia.

Miles de especies animales murieron, los lugares aptos para vivir se redujeron a un triángulo de sobrevivencia que equivale a una décima parte de lo que era el territorio habitable en los años 1900.

Como era de esperarse, hubo una escasez de alimentos y de agua, por lo que las especies tenían que evolucionar lo más rápido posible. Cabe mencionar, que evolución no es sinónimo de mejorar, sino que simplemente se trata de adecuar y cambiar genéticamente.

Haciendo esta aclaración se puede explicar por qué los seres humanos en vez de obtener mejores capacidades/cualidades terminaron por ser unos seres no pensantes y sin individualidad.

Las empresas como respuesta a los cambios climáticos construyeron el triángulo seguro en el que sólo respaldaron la vida de 50,000 personas que construían una sociedad que beneficiaba a los más afortunados. En otras palabras, de ese número de personas 45,000 trabajaban en beneficio de las otras 5,000.

No obstante, eso causó polémica y enfrentamientos entre ambos bandos. Por ende, se originó que los empresarios crearan lo que hoy en día se conoce como el Cerebro Padre.

Dicho artefacto funciona como un cerebro normal por medio de las neuronas y la sinapsis entre estas. Sin embargo, para que todo saliera como estaba planeado, las personas conectaron sus cerebros a esta máquina, ellos creían que sacarían algún provecho en el sentido de que todos serían iguales a partir de ese momento.

Los humanos no pensaron que literalmente se convertirían en seres iguales. Todos pensarían, actuarían, desearían, vivirían, existirían de la misma manera y, la personalidad sería sólo un mito olvidado por la humanidad.

Fue en este punto que la empresa MEIZU (creadora del Cerebro Padre) se dividió en dos, debido a que las dos hermanas que inventaron este artefacto querían asumir el control total de la sociedad.

Por lo que, el triángulo de sobrevivencia a su vez se dividió en dos secciones de igual tamaño y de manera triangular. El territorio A correspondía a Mei y el territorio B a Yuzu, de ahí que la sección A se llame MEI y el área B, ZU.

Estas hermanas crearon un acuerdo, construirían una fortaleza a base de cemento, piedra y acero inoxidable para rodear la isla y para separar ambos territorios, con la promesa de que en ningún momento la otra intentaría de conquistar la parte que le correspondiera a su hermana. Así como, el laboratorio en el que se encontraba el Cerebro Padre sería el único punto que conectaría ambas partes.

 

—¿Cómo fue qué conseguiste toda esta información?

—¿Cómo crees? Fueron años de investigación. Claro, en lo que podía conseguir alguna pista en concreto.

—Bueno, y de casualidad ¿tienes datos acerca de la inmortalidad?

—No, pero de acuerdo con los archivos que logré hackear del laboratorio principal hubo un proyecto en el que por medio de ciertos tanques las personas serían enviadas a una realidad virtual. Supongo que eso y la conexión con el Cerebro Padre darían como resultado una vida virtual eterna en mejores condiciones que las que realmente se tienen.

—¿Hay alguna manera de que podamos conocer la sección A?

—¿No entendiste? Separaron los dos sectores, la única forma de llegar al otro lado es cruzar por el laboratorio, pero…

—Eso implica tener que enfrentarse con el protocolo de seguridad que fue instalado para que el cerebro no fuese atacado en algún momento.

—Necesitaremos un equipo que esté preparado para todo.

—¿Y si despertamos a otros?

—Te desperté a ti porque eras como mi hermana en la realidad virtual. Confío en ti, pero sacar a más personas de esa realidad implicaría arriesgarse demasiado.

—Touko, tú sabes que Koito sería la persona ideal para librarnos del sistema de seguridad del laboratorio.

—No pienso traerla a la realidad…

 

Ni siquiera sé si traerte a ti fue una buena opción. Quizá lo hice por miedo a la soledad. Despertar en un mundo en el que todo es tan distinto a lo que recordaba. Abrir los ojos y darme cuenta de que nunca existió todo aquello en lo que creía, darme cuenta de que nunca tuve una casa, una familia, un perro, una novia, nada… Lo que realmente estuvo ahí era una caja que me alimentaba mientras me sumergía en una realidad virtual que a su vez era dominada por el artefacto mayor: el Cerebro Padre.

¿Cómo fue qué me di cuenta de esto? Uno de mis cables se desconectó, las fallas en mi sistema terminaron por mandarme al mundo real. Eso a su vez implicó que el tiempo pasara realmente, lo que en el mundo virtual equivale a un minuto, acá es un día.

 

—Tenemos que despertarla.

—No lo haremos, Sayaka.

—¿Tienes miedo?

—¡Sí! ¡Tengo mucho miedo! ¿Sabes qué es lo peor? Ni siquiera debí de traerte a ti. En el mundo virtual no existe la muerte, somos seres inmortales que alargan su vida una y otra vez, pero aquí todo es diferente. Cada día que pasamos fuera de los tanques, nos acerca al final. La única manera de sobrevivir eternamente es volvernos a someter, conectarnos y vivir una realidad que no nos corresponde.

—La muerte es sólo un mito. Sólo existe en los libros que están en las bibliotecas. Tú lo sabes. El ciclo de la vida es tan sencillo como nacer, crecer y hospedarse en la juventud, a menos de que quieras que te reinicien para nacer de nuevo.

—La muerte en el mundo real implica a ser la nada, convertirse en nada, dejar de existir. Aquí no hay reinicios. Aquí te jodes en el momento en que cruzas ese umbral. Aquí ¡sólo tienes una maldita oportunidad para hacer las cosas bien!

—Discúlpame…

—¿Por qué?

—Por esto…

 

***

 

Una sacudida en el cerebro, tal vez esa sea la manera de reiniciarse en este mundo. Un golpe muy fuerte en la cabeza produce inconsciencia, la inconsciencia también te lleva a la nada, aunque de repente te regresa al todo.

Si es cierto lo que dicen los libros de fantasía, aquellos libros que se encuentran en el área de anatomía, un golpe en el cráneo también puede provocar la muerte. No obstante, ¿tan malo sería morir?

Me vi forzada a desconectarla de ambas realidades, ella necesitaba de mi ayuda para tener el valor suficiente de traer a este mundo al equipo perfecto para la misión. En otras palabras, en lo que ella dormía tranquilamente, yo desperté a Koito, a Harumi, a Matsuri y a Momokino.

No fue fácil explicarles que estábamos en otra realidad y que todo lo que conocíamos era una fantasía. Recurrí a la historia del hombre de la caverna de Platón. Ellas me miraron como si estuviera loca.

Harumi fue la primera en cuestionar si todo esto no era producto de un mal viaje que nos dimos con alguna sustancia. Matsuri y Momokino se miraron cómplices y lo que dijeron se resumió en “pues si es otra realidad, tenemos que hacerla nuestra también”, luego de eso se fueron a hacer varios intentos (nulos) de reproducirse.

Koito simplemente me preguntó por Touko. Después, fue y se recostó a su lado, colocó su cabeza en el pecho de mi amiga y se quedó dormida.

 

***

 

La luz del sol fue volviéndose un espejismo, dejando todo en una espesa oscuridad. Esa noche no hubo luna que fuese capaz de acompañarlas. Afuera del edificio en el que se encontraban, el viento chiflaba una canción macabra, una melodía que les erizaba la piel y las hacía palidecer.

Nunca habían escuchado semejante sonido. El mundo virtual en el que vivían estaba programado para darles una vida perfecta: días templados y uno que otro lluvioso.

Ellas no conocían lo que era la voluntad de la naturaleza. No sabían que al enfurecer esta, todo se podía derrumbar en un abrir y cerrar de ojos. Bastaba que la naturaleza se sacudiera un poco para que todas las edificaciones cayeran al suelo aplastando lo que estuviera a su paso. Bastaba que escupiera su ira para que la lava cubriera todo y sólo dejase cenizas de lo que algún día pudo existir. Bastaba que soplara, que sacudiera sus aguas para derrumbar lo que con su ayuda el hombre conocía. La naturaleza lo era todo, el hombre no constituía ni la nada.

 

—Nanami senpai, despierta.

Touko abrió los ojos, despacio, tranquila, no comprendía nada de lo que estaba sucediendo.

—¿Yuu chan?

—¿Qué es lo que se escucha?

—Es el viento.

—Eso lo entiendo, pero ¿por qué silba de esa manera?

—No está silbando. Es la manera natural de hacerse presente.

—Senpai…

—¿Te despertó Sayaka?

—Eso no importa ahora…

—¡Le dije que no lo hiciera! ¡Es muy riesgoso que estés aquí!

—¡Touko senpai! ¡Escúchame!

 

No voy a escucharte, no quiero oírte nunca más. Una mentira lleva a otra, y contigo sólo escucho el eco de promesas vacías, promesas que nunca se cumplieron, promesas que pasaron a ser un montón de palabras vacías.

 

—¡No te quiero escuchar! ¿Dónde está Sayaka?

—Salió a caminar, bueno… A buscar a las chicas.

—¡Qué mierda! ¿A quiénes despertó?

—Ya sabes… Harumi, Matsuri y Momokino…

—¡Tenemos que buscar a esas idiotas!

—¿Por qué te preocupa tanto?

—¡Deja de hacer preguntas tontas! Este no es el mundo al que están acostumbradas, ahí afuera…

—Hay una realidad que tenemos que descubrir —complementó Momokino—.

—Llegamos, chicas —gritó Harumi—.

 

El plan era el siguiente. A partir de ese momento se dividirían las actividades. Dos de ellas se encargarían de recolectar la comida, otras dos tratarían de recolectar mantas y objetos que sirvieran para pasar las noches frías, y las otras dos se encargarían de explorar el territorio.

 

Mi nombre es Harumi Taniguchi. De acuerdo con la realidad virtual, actualmente tengo 325 años. Soy estudiante de tecnologías, por lo que me encargo de hacer mantenimiento en un centro de comandos. Soy novia de Sayaka y mejor amiga de Momokino. Amo comer sushi. Bueno, aunque prefiero las ensaladas de pollo.

 

—¿Qué estás haciendo con el cuaderno de Touko?

—Mira, si es cierto lo que nos dijo de que todos vamos a morir lo mejor es que deje una nota en la que explique quién fui, yo no quiero quedar en el olvido.

—Te va a matar si se da cuenta de que escribiste en el cuaderno de su investigación.

—De cualquier manera, nos va a matar a todos. ¿A caso no quiere ir a desactivar el Cerebro Padre? Yo no sé para qué andan con tonterías, a final de cuentas estábamos mejor en el mundo virtual. Vida eterna, comida, comodidades, ¿qué más podríamos pedir?

—La realidad, la posibilidad de ser diferentes.

 

Reporte de la investigación 5708:

El plan es desconectar el Cerebro Padre. No obstante, para ello se va a requerir un sinfín de maniobras. El día que desperté me encontré en un edificio cercano al laboratorio principal.

Caminé hasta dicho lugar, entré y logré llegar a la bodega en la que pude recolectar toda la información correspondiente al Cerebro Padre y MEIZU. Sin embargo, al querer entrar a la sala en que está resguardado el artefacto me encontré con una serie de problemas.

Al entrar al lugar se activa una alarma silenciosa que provoca que se suelte un gas que en menos de cinco minutos te deja dormido por horas. En caso de que logres escapar de este gas tóxico, te enfrentas con armas que disparan desde el techo, el suelo y las paredes.

Eso no es todo, al parecer cada habitación de la que logras escapar tiene más pruebas y cada vez más difíciles. La tercera habitación a la que pude entrar fue una de las peores. El Cerebro Padre se hace presente en la sala y te hace enfrentarte con tu verdadera identidad antes de que fueras conectado a la vida virtual. Además, convoca tus mayores temores para que te molesten hasta que no puedas más y decidas huir del lugar.

Por otro lado, debo de mencionar que en la biblioteca encontré un libro que guardaba dentro de sí un pergamino que hablaba de la edificación y la estructura del laboratorio principal.

Dicho mapa lo guardo conmigo, no me gustaría que llegue a las manos equivocadas.

 

—Yuu chan, yo no quería que tuvieras que enfrentarte a todo esto. No quería que ninguna de las chicas asumiera la responsabilidad que implica recuperar nuestras vidas.

—¿Por qué desapareciste?

—Al parecer hubo algunos fallos en mis conectores con el Cerebro Padre. Eso provocó que despertara en la realidad física.

—Pero… ¿Por qué no regresaste? ¿Por qué no volviste a entrar?

—Yuu, no lo tomes personal…

—¿Sabes cuánto te extrañé? ¿Sabes todo lo que tuve que pasar sólo porque decidiste no regresar a mí? Yo te amaba, Touko… Te amé como nunca había amado a alguien, contigo me enseñé a amar…

—Yo necesitaba mi libertad. Quería hacer mi propia vida, aquí encontré lo que deseaba, aquí está todo lo que quería para ser feliz…

—¿Feliz? Este lugar parece un maldito basurero, no tiene nada que te pueda hacer feliz.

—Eso lo dices porque todavía no encuentras tu manera de serlo. En este mundo no tengo que seguir las reglas que nos han marcado desde una eternidad… Puedo decidir por mí misma qué quiero y qué no quiero hacer.

—Eres una estúpida.

—Una estúpida feliz.

 

Yuu estaba enfurecida cuando se dirigió hacia el laboratorio principal. En la entrada miró que estaba Sayaka quien sólo mantenía la mirada en el suelo mientras jugaba a entrelazar sus dedos. A un lado de ella había una carta que le había escrito Harumi.

 

—Sayaka, ¿estás bien?

—Harumi se fue.

—¿A dónde? No hay lugar alguno al que pueda escapar. ¿Te das cuenta de que estamos en una miserable isla? Allá afuera no hay nada…

—Se llevó las notas de Touko, entró en este maldito lugar y ya no la he vuelto a ver.

—A ver, tranquila. Quizá sólo está jugando para asustarte. ¿Vamos a buscarla?

 

La noticia llegó de pronto a oídos de Touko. Una Sayaka exasperada con su camisa bañada en sangre y una Yuu Koito pálida del susto llegaron frente a la chica. Las dos le comentaron cómo habían encontrado el cuerpo de Harumi y lo que ésta había intentado hacer en el laboratorio.

 

—No vuelvan a acercarse a ese laboratorio. Es una orden. A partir de hoy, nuestros planes se adelantarán un poco. Para la mañana del lunes todo tiene que estar listo, invadiremos el laboratorio principal y cruzaremos a MEI. Luego de que cumplamos con mi plan, desactivaremos al Cerebro Padre. ¿Entendido?

 

Matsuri no estaba de acuerdo. La idea de tener que arriesgar a Momokino por una simple fantasía de recuperar la libertad para pensar y actuar por decisión propia le parecía absurda.

Para ella, Momokino lo era todo. La conocía desde hacía más de trescientos años. ¿Por qué habría de renunciar a ella? Momokino siempre estuvo ahí cuando ella más lo necesitaba, cuando le hacía falta un abrazo o una cerveza. No tenía caso perder todo lo que conocía por una realidad que era más miserable que su existencia.

Por esta razón, a diferencia de los demás. Ella también estaba ideando un plan propio. Se encargaría de llegar al Cerebro Padre antes que todas y, así, encendería una alarma de tal manera que fueran conectadas de nuevo a la realidad virtual por el Cerebro Padre. Estando todas en el mundo virtual, nadie podría despertar a nadie de dicha ensoñación y todas estarían a salvo.

 

 

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El sendero del diablo (Dimitri Ives)

Créditos de imagen: Pixabay

 

El reloj daba las tres de la madrugada en punto. Para unos, esta es la hora maldita en la que los fantasmas y los demonios salen de su escondite; pero, para otros, sólo se trata de una hora más del día. Esta última opción era mi caso, me levanté de la cama, me dirigí al baño, lavé mi rostro y me peiné.

Posterior, caminé lentamente hacia la cocina para prepararme un café. Revisé de nuevo la hora en el reloj, no pasaban de las tres y media. ¿Sería ese el momento indicado para sentarme a escribir lo que se suponía mi “primera” novela?

No, no lo era. Lo mejor sería que tomara un libro y me pusiera a leer, o quizá sería la hora adecuada para salir a caminar a los alrededores de mi casa. Quién sabe si entre las sombras y las penumbras pudiese encontrar aquello que estaba buscando desde hacía tiempo: un motivo para morir.

Salí de casa con una sudadera color tinto. Caminé de una acera a otra, de una calle a una avenida y de ahí a un callejón. Hice zigzags, exploré vecindarios aledaños a mi hogar. Así fue como llegué a ese camino que se encontraba a las afueras de la ciudad.

De lejos pareciera un lugar poco transitado, una vereda que se tornaba escalofriante por las ramas de los árboles y las espinas de las plantas, ya secas por el invierno. Traté de acercarme un poco, mi piel se erizó, sonreí tontamente ante tal reacción de mi cuerpo, moví la cabeza de un lado a otro en manera de negación y me di ánimos para dirigirme hacia allá.

Llegué a la entrada. Por mi lado derecho había un viejo letrero tallado en madera en el que se podía leer un mensaje desgastado por el tiempo: “El sendero del Diablo”. Mientras que, a mi lado izquierdo, había una piedra gigante que podría servir de banco a quien lo necesitara.

No le di importancia a nada de esto. Comencé a caminar por dicho lugar. Mi memoria, como la de cualquier persona que se siente expuesta ante el peligro, inició a recordar aquellas viejas historias que me contaba mi madre antes de dormir tratando de prevenirme de alguna desgracia.

Allá, a lo lejos hay un camino: El sendero del diablo. Cuídate de ir ahí porque las personas que entran no logran salir y, si lo hacen quedan malditas de por vida… ¿Sabes lo que pasó con Martín el tuerto? Se dice que el hombre siempre se pasaba de maldito con las muchachas y las obligaba a acompañarlo a aquel lugar. Ya ahí, el tipo todo borracho comenzaba a golpearlas hasta matarlas. ¿Recuerdas que te he hablado de mi amiga María? ¡Pues ella fue una de sus víctimas! Si tan sólo supieras, mija. ¡Al menos se le descubrieron treinta muertitas!, pero eso no es todo, se dice que también llegó a comer parte de las extremidades de las chicas.

Con el fresco de la noche y estos pensamientos rondando por mi cabeza me vino una idea, ¿y si hiciera una novela que hable de un caníbal? El típico matón con buen gusto en vinos, un hombre capaz de seducir a cualquier mujer para después llevarla a su casa a las afueras de la ciudad donde terminaría por desollarla. El ambiente podría ser como el que se tiene en las películas de terror o de suspenso. ¿Y qué tal que se tratara de un alto funcionario? El asesino inesperado…

Un sendero. El viento chiflando. Luna llena en lo alto. Nubes negras. Unos pasos agitados. Gritos. Una dama tratando de huir. Un asesino enfurecido. Ir y venir de un hacha. Una rama caída. Un tronco partido por mitad. Llanto. Golpe casi perfecto. Arriba. Abajo. Una gota de sangre. Un charco de sangre. Una extremidad por aquí y otra más por allá.

Seguí caminando perdida entre pensamientos extraños, cuando de repente a lo largo del camino noté pequeñas gotas de sangre que se dirigían a las plantas aledañas al camino. Di un pequeño brinco, mi corazón se aceleró. De repente un silencio total se hizo presente. Ni siquiera el cantar de los grillos me acompañaba.

Sin embargo, seguí caminando, aunque debo de confesar que lo hice de manera más apresurada. Hasta que a la mitad del sendero me encontré con un hoyo que estaba cubierto con una cruz de madera y rodeado con un montón de piedras que simulaban una pequeña barda.

Un sudor helado bañó mi rostro. El demonio se encantaba de semejantes atrocidades, disfrutaba el correr de la sangre y quería marcar ese territorio como propio. Fue un dieciséis de agosto cuando Martín le vendió su alma al diablo con tal de quedar siempre protegido para cometer sus asesinatos.

Ahí, en el fondo de aquel pozo se abrió la puerta al infierno. Un lugar que se adueñaba de los ecos y los embriagaba con el frío de la muerte. ¿De qué me servía pasar saliva? Todo era un viejo cuento para asustar niños, una leyenda más “sin pies ni cabeza”, y ese lugar no pasaba de ser un viejo pozo.

Tragué saliva de nuevo y seguí en línea recta. Mi corazón seguía latiendo como si hubiera corrido por más de dos horas. Mi respiración era agitada, poco a poco la fuerza de mi cuerpo se fue desvaneciendo.

No sé exactamente qué sucedió. Desperté y como era mi costumbre, revisé el reloj: marcaba las tres de la madrugada en punto. Me tallé los ojos, no lo podía creer. Si tan sólo unos minutos antes eran las tres cincuenta y cuatro.

Observé mi alrededor, no era mi casa. Se trataba de ese viejo sendero. Para cualquier dirección en la que mirara, me topaba con ramas de árboles y pasto. Traté de levantarme, noté que me dolía la cabeza, llevé una de mis manos a la nuca y me percaté de una humedad entre mis dedos: sangre.

Cada vez estaba más confundida. Desde ese día se convirtió en la vereda del diablo. Ahí, las mujeres jóvenes encontraban su perdición, eran seducidas por un guapo caballero enviado por el maligno. Él haría de todo para convencer a estas mujeres de quedarse, y en el pozo habría de ahogarlas para apoderarse de sus almas y entregárselas a su patrono: Lucifer.

Por fin despiertas, dormilona. ¿Eh? Reconocí en él a Ángel, un amigo mío que me gustaba demasiado. Ya me habías preocupado, con eso de que te resbalaste por ir bromeando. ¿Resbalarme? ¿No lo recuerdas? Yo, yo venía caminando sola. ¿Sola? Veníamos juntos porque según tú querías enseñarme este viejo pozo, el lugar del que te inspiraste para hacer tu novela. ¡Yo no he escrito ninguna novela! ¡Ya deja de jugar y mejor muéstrame tu cabeza! ¡Aléjate! ¡Cálmate, Martina! ¡Tú no eres Ángel! ¡Tú eres el hombre de la leyenda! ¿Cuál leyenda? ¡Espera! ¿Estás hablando de la historia del sendero?

Ese ser, disfrazado de hombre, tratará de convencerte de quedarte, de que todo está bien y cuando te des cuenta de que nada de lo que está diciendo es real, él enfurecerá y te maldecirá, ¡tienes que huir de ahí! ¡Escapa! ¡Escapa porque no habrá marcha atrás!

Forcejeo. Gotas de lluvia. Gritos. Rasguños. Tormenta avecinándose. Granizo. Una roca. Un cráneo roto. Un cuerpo cayendo por el pozo. Neblina. Viento enfurecido. Risas. Llanto. Gritos. Sangre. Almas atormentadas bailando alrededor del sendero. Y, allí, los dieciséis de cada mes, sentada sobre la gran piedra, una anciana enloquecida que pide limosna invitándote a recorrer aquel sendero mientras te narra su novela, en la que no importa si de mujer o de hombre se trata, cuando de la muerte y las maldiciones del alma se habla.