Sin título (David Trozos)

 


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Ese día el camino a casa le pareció más largo de lo habitual. Estar encerrada entre esa multitud de personas le provocaba una sensación de inquietud. Su pecho estaba oprimido, le faltaba aire, lo único que pensaba era bajarse de ese autobús en algún lugar desconocido. Caminar a la orilla de la carretera y gritar hasta quedar afónica.

“Quererte escapa de mis capacidades”, pensó. Lágrimas aparecieron en sus ojos. Trató de disimularlo y despistar sus pensamientos lejos de una despedida dolorosa.

Esa mañana lo había decidido, después de abrazarla, pensó que sería la última vez. No se lo había dicho, ni quería hacerlo. Sólo tomaría sus palabras y las guardaría en un cuaderno para no dejarlas escapar nunca más.

Nada podría ser lo mismo. Ella ahora tenía su piel tatuada en la suya, la sonrisa tras un beso en la mejilla. El pulso acelerado, el corazón pausado por la confusión entre un hoy sí, mañana no, pasado quién sabe.

El cansancio era evidente en las ojeras de su rostro. Noches de insomnio. La desesperación de depender de una espera que le resultaba interminable. Su estómago lo resentía. La comida ya no le apetecía sin sentir un ardor o nauseas indescriptibles.

Esa mañana tomó su teléfono y escribió un mensaje. “Te querré siempre y hubiera hecho de todo porque tú a mí, pero ya no puedo más”. Estaba a punto de enviarlo. Sus dedos temblaron. La indecisión le causó aún más angustia.

¿Qué significarían esas palabras?, ¿un adiós definitivo después de todo? Se había enganchado, de nuevo, tenía un problema. ¿Realmente estaba dispuesta a decir adiós?

En el fondo sabía que ella era quien realmente necesitaba de la otra. Se había identificado tanto con ella que ya no sabía divisar entre el límite de lo que podía hacer y lo que debería de permitir.

Llegó a su parada, bajó del camión. Sujetó de nuevo su teléfono. Borró el mensaje. Cambió de decisión. Se aferraría tanto a ella así y eso le costara la poca estabilidad que le quedaba.

Se sentía destruida, pero al menos ella la regresaba a la vida por momentos. No importaba lo que sucediera. Ese sólo era el inicio de semana.

 

Microcuentos. David Trozos

 

SECRETOS DE LA NOCHE

La oscuridad se vestía con las gotas de noche. La luz se agotó en los ecos del pasado. Ella tenía que continuar su camino sin mirar atrás.

 

EL FINAL

La metamorfosis inició cuando la sangre bañaba los senderos de la vida. La muerte había brotado en aquella sonrisa.

 

UN ROMANCE

Él abrió los ojos, estaba soñando. Su mirada se encontró con la de ella. Se trataba de una nueva historia.

 

EL BOCETO

La luz de las velas era su único testigo. Aquel boceto tenía el rostro de la inspiración del artista. El boceto era el tatuaje de su primer amor.

 

CRUCE DE CAMINOS

Ella jamás imaginó que el horizonte se componía de un color café oscuro. Él siempre pensó que la luz venía del sol. Mas el sol era ella y el horizonte era él.

 

CACHORRO SIN VIDA

Ladraba todas las noches. Aullaba de día. Su mundo era a blanco y negro. Él es un cachorro perdido. Ese cachorro soy yo.

 

 

AMANTES

Se refugiaban en la sombra de la noche, jugando a los amantes. Llegaba el día y pasaban a ser simples desconocidos.

 

ELLA

La luz bañaba sus pechos; su perfume era embriagador; el eco de sus gemidos era su obsesión. Ella era su debilidad, concluyó.

 

SU FINAL

Las campanas tintineaban alegres. Las lágrimas bañaban sonrisas. Él había muerto.

 

LA REALIDAD

Su mundo era aquella guitarra. Mas, su realidad era aquel pico y aquella pala.

 

PROFESIÓN MALDITA

“¿A qué te dedicas?”, le preguntaron. Ella sonrió, tomó su bolso y recordó a sus hijos. Luego, disparó su arma y lloró amargamente la muerte de sus infantes.

 

ENAMORAMIENTO

Mirando aquellas estrellas sufrí un choque emocional. Mis ojos se cegaron y mis oídos sólo escuchaban su silencio. Me había enamorado.

 

POLARIDADES

Rutina en su bolsillo. Nicotina en su cartera. Reloj en su muñeca. Collar en su cuello. Tiempo en sus labios. Cambio en sus suspiros. Personalidades polares unidas por un amor.

 

MUERTE CONTINUA

El cigarrillo se quemaba en su boca, pequeña chimenea. ¿Qué caso tenía convertirse en humo ausente? Él era el reflejo de su cigarrillo, pequeño objeto carcomido con el tiempo.

 

CANIBALISMO

El placer gastronómico era todo un arte. La carne su platillo fuerte. El canibalismo su oficio preferido.

 

PROMESA DE AMOR

        ¿Bueno?

        ¿Esto es el amor para ti?

       

        Prometiste amarme para siempre…

        Hasta la muerte…

        ¿Por qué moriste tan pronto?

 

LABERINTO

Todo era una pregunta sin respuesta, desde una caricia hasta un beso. Su relación era un laberinto sin salida.

 

EL ESCRITOR

Le apasionaba la escritura. Sus cuentos eran el reflejo constante de la ilusión, lo contrario a su miserable existencia.

 

ASESINATO

Sus manos olían a muerte. Sus ojos veían justicia. Sus pies velaban el camino de la huida.

 

ROMANCE DE DOS

La prosa de su cuerpo cambió al de su unión. Juntos eran una metáfora. Solos eran palabras sin sentido.

 

DESCRIPCIÓN

Ella estaba ahí, tan dulce y sensual. Su mirada quemaba y su sonrisa derretía. Ella era fuego y era carne, era el símbolo de la imaginación.

 

RECUERDOS

Su rostro se plasmaba en su almohada. La almohada era ladrona de su olor. Ahora todo era un contexto de recuerdos.

 

MISTERIO

El frío quemaba su piel, el sol no lograba calentarla. ¿Estaba inerte? Nadie sabe la historia de su vida.

 

OBRA DE ARTE

Pincel sobre su piel. Vino sobre sus llagas. Su cuerpo herido, toda una obra de arte.

 

BREVE HISTORIA

Astros solares que estallaron al encontrarse. Polos opuestos que se unieron al consumarse. Esto era el amor, su historia de amor.

 

HOMICIDIO

Esa mancha de sangre a lo largo de la alfombra guardaba el secreto de varias violaciones. Pero, ante el mundo, ella es la culpable.

 

ESCONDIDAS

La muerte lo visitaba a diario. Él jugaba a las escondidas. Nunca lo encontraron.

 

MUSICALIDAD

Las notas musicales eran el consuelo de su alma. Su alma era la sinfonía de la nostalgia.

 

ECUACIÓN

Ahí estaba una ecuación. El matemático no comprendía del algebra. La vida ya no tenía solución.

 

SOLEDAD

Tenía una pluma en la mano y una cerveza en la otra. ¿Qué escribiría? Su musa se había ido y le dejó una hoja vacía como la soledad de su alma.

 

EL OLVIDO

Una rosa le espinó el corazón, y gota a gota se desangró por cada vez que la nombró. Nunca la olvidó.

 

DECEPCIÓN

“¿Tan malo es pedir ayuda?”, pensaba mientras bebía otra botella de alcohol. Él estaba solo.

 

HUIDA

El camino era tan largo y el tráfico frustrante. Se sentía en una encrucijada, ya no había salida, él la alcanzaría.